Adjunto la entrada del Blog de Teresa Monterde
¡EVOHÉ, EVOHÉ!
Exclaman las ménades, sátiros, ninfas y bacantes al paso de Dioniso/Baco, tanto en Grecia como en Roma.
Es el grito de júbilo y alegría ante el dios que mitiga el dolor y provoca el olvido.
El
dos veces nacido, es hijo de Júpiter y Sémele, hija del rey de Tebas.
La madre, Sémele, muere antes de parir a Dioniso y es Júpiter, el padre,
quien se introduce el feto en su muslo hasta terminar la gestación.
A
mediados de marzo, cuando termina el invierno, tienen lugar los
festejos. Dioniso sale de la tierra como Perséfone y Deméter y son
aclamados por todos sus seguidores. No hay que olvidar que este dios
también es poseedor de los misterios de Eleusis.
Durante varios días la fiesta no tiene fin. Se come y se bebe sin freno, pues la vida vuelve de nuevo a la Tierra.
El investigador Barry
Powell cree que las nociones cristianas de comer y beber la
«carne» y la «sangre» de Jesús
fueron influidas por el culto a Dioniso.
La
naturaleza renace y el esplendor de la vida lo llena todo. Los hombres y
las mujeres de la Tierra se sienten de nuevo contentos por el
acontecimiento y dan gracias: Evohé, evohé! Se acabo el doloroso
invierno, la buena vida ha regresado. Que empiece el carnaval.
Las
mujeres salen a los montes, a los caminos, bailan y beben y esperan
tener relaciones amorosas con los dioses y ser fertilizadas por ellos.
El griego Eurípides a través de su obra "Las bacantes" nos ha transmitido parte de estos cultos eleusinos.
La
Tribu de Rorro, conmemorando la primavera, y por unanimidad, ha
decidido tomar ¡Evohé! como uno de sus signos de identidad. Que el dios
de la vid y de la yedra, del delirio, del entusiasmo y del éxtasis nos
proporcione la alegría y nos acompañe siempre.
Evohé, será a partir de ahora nuestro grito festivo y entusiasta